Los proyectos para clientes externos suelen cerrarse con relativa rapidez ya que de ese cierre depende el pago. Y ya se preocupará todas las partes interesadas internas a la empresa de no hacerse las remolonas.
Los recursos de esos proyectos suelen facturarse normalmente a una cuenta externa que gestiona y controla el director del proyecto en una matriz fuerte (en una jerárquica, ya sabemos: PM: Project Mindundis, o sea el chico del café y las actas de las reuniones, el corre-ve-y-diles).
En un determinado momento, increíble pero cierto, el cliente da la aceptación formal del servicio o producto, el presupuesto se ha acabado y los miembros del equipo se liberan y/o reasignan a otro proyecto.
Pero cuando el proyecto es para un cliente interno que no tiene que pagar por los recursos asignados, que todo le parece gratis-et-amore y que lo que hacen otros “se hace en un pis-pas”, dar por cerrado un proyecto no suele ser tan fácil. De hecho suele adquirir vida propia, se reinventa, sigue creciendo, cambiando, cada día,… y puede continuar indefinidamente como no haya alguien con autoridad que lo cierre.
Para evitar el “síndrome del proyecto inmortal” –me recuerda que en mis tiempos mozos, allá por el siglo pasado, fue mi popular la película y la banda sonora de “La Historia Interminable”
(en el cartel de la película se ven buena parte de las partes (des)interesadas en dar por cerrado el proyecto- conviene poner en marcha un proceso para terminar los proyectos que han sido completados o cancelados.
(en el cartel de la película se ven buena parte de las partes (des)interesadas en dar por cerrado el proyecto- conviene poner en marcha un proceso para terminar los proyectos que han sido completados o cancelados.
Cuando un proyecto ha sido dado por terminado o cancelado, el director del proyecto podría elaborar un informe de fin de proyecto que liste y confirme que los requisitos del proyecto están más que cumplidos, que quien quiera utilizar el servicio o producto (preferentemente quien lo pidió, si es que se acuerda…) y que por lo que a él respecta ¡a otra cosa mariposa¡ y que su equipo ya no lo pillan por ahí porque está ya en otras guerras.
Como siempre hay algún despistado que no se ha dado cuenta aún de que el proyecto “é finito”, siempre se puede organizar una fiesta de celebración de que el proyecto (por fin) se ha cerrado y sus participantes tienen en mente otros trabajos ya.
En ausencia de una celebración del éxito o una sencilla ceremonia de entierro (si el proyecto terminó como el rosario de la aurora) en la que dar el pésame a los familiares –director de proyecto, patrocinador,…-, los proyectos tienden a volverse inmortales.
A mí esto no me ha pasado nunca pero tengo un amigo que sí. ¿A vosotros y vosotras?
Casualmente yo también tengo un amigo al que le pasó esto!
ResponderEliminarLo que sé que ayudó a mi amigo fue la comunicación con los clientes y los responsables del ciclo de vida de los entregables del proyecto.