Pon un Project Manager Profesional (PMP) en tu empresa y tendrá claro que, antes de lanzarse a corre como un loco, a hacer llamadas, a ponerse el pinganillo y revolver toda la casa, deberá sentarse a pensar, sí, pensar –sé que lo estás pensando… todavía no lo has interiorizado… diciendo que no es trabajar… -¡¡ claro que es trabajar¡¡
Como te decía, en los primeros instantes de su apasionante, intensa (y a veces ingrata) tarea se propondrá:
· Tener claro porqué se lanza ese proyecto y no otro, cuáles son sus objetivos (estudiarse muy bien el análisis de negocio -business case, si le pagas clases de inglés- y retenerlo y tenerlo como un mantra en su cabeza durante toda la vida del proyecto). Al principio parece fácil pero llegado un momento en el fragor y desenfreno del día a día del proyecto se nos olvida hasta cómo nos llamamos.
J. Welch, CEO de General Electric, decía que la única manera de no perder de vista los objetivos era repetírtelos a ti y a tu equipo una y otra vez, sin cambiar un ápice tu mensaje, aunque llegue un momento que te acabes aburriendo de repetirlos y haya otro justo al lado dando otros diferentes.
· Tener muy claras cuáles son las hipótesis iniciales del proyecto, las que se han tenido en cuenta para elegirlo y tener claro que detrás de cada hipótesis o asunción se esconde un riesgo (el de no cumplirse lo asumido). Tu project manager se aplicará nuevamente el consejo del Sr Welch y no se olvidará cuál es la base del proyecto en ningún momento.
· Tener muy claras las restricciones (el plazo, el coste, los imperativos legales, sociales,…) que deben ser ley. Aceptarlos. Son así, están ahí. Aunque molesten. Adáptate. “Be water my friend” que decía Bruce Lee en el anuncio de ¿BMW?.
Tu PMP, como es razonablemente vago y no le gusta gastar energías en aquello que no tiene remedio escribirá en su agenda “dame fuerzas para cambiar lo que puedo cambiar, dame paciencia para aceptar lo que no puedo cambiar; pero, sobre todo, dame Señor, sabiduría para distinguir entre ambas”
· Repasar cuál es la cultura, procesos y procedimientos de la compañía (“cómo se hacen las cosas aquí”). En este caso, los project managers de verdad son muy realistas y saben que la cultura de la empresa no se cambia como el cambio no venga de muy muy arriba y con mucha mucha energía y mucho mucho savoir faire.
Así que se aplicará la parte que dice “dame paciencia para aceptar lo que no puedo cambiar” y sacará el máximo partido de las cosas buenas que tenga ya preparadas y puede aprovechar –porque, un project manager siempre comprobará que no ha habido alguien antes en la empresa que haya inventado la rueda para no tomarse la molestia de hacerlo-.
· Decidir si lo aborda de una vez o lo divide en fases (diseño, prototipo, experimentación, implantación,…) y, así, en cada fase se decide si se sigue adelante o se archiva. Este aspecto es muy importante muy especialmente en proyectos que requieren inversiones fuertes. En este caso, se aplica lo de “experimentos con gaseosa” y el proyecto se planteará, por ejemplo, en fases sucesivas: viabilidad, diseño, prototipo, ingeniería detalle, modelo piloto,… y cada una de estas fases se tratará como un proyecto separado.
Al final de la fase de estudio de viabilidad, al cerrar “el proyecto”, el project manager presentará toda la documentación para que el comité de sabios (los anglosajones, más peliculeros lo llaman el “murder board” y al hito “Kill point”) vea si merece la pena pasar a la siguiente fase que implicará más recursos, más tiempo,…
Si se decide proseguir, se iniciará un nuevo proyecto con los elementos que hay que preparar al inicio de cada proyecto serio. Pero eso, será mañana ya que -como decía Groucho Marx en su divertido pero muy interesante autobiografía “Groucho y yo”- “no he tenido tiempo de comprobarlo, tengo sesión de masaje a las tres y me estoy quedando sin papel”.
(Aprovechando que Groucho pasa por aquí, me permito invitaros a que leáis los 5 posts sobre su vida que escribí en un ataque de marxismo: http://sunnydnl.blogspot.com/2010/10/groucho-and-me-part-one.html ) . Como me dice mi madre (refiriéndose a ir a la iglesia), mal no os hará.
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