15 de enero de 2011

¡Esto no hay quien lo cambie¡ 1. el Elefante y el Jinete y el Camino

¡Esto no hay quien lo cambie¡ 1. el Elefante y el Jinete y el Camino

Introducir la gestión de proyectos en un entorno en el que “los proyectos los hemos llevado toda la vida así” es complicado; la introducción de la dirección estratégica por proyectos y la gestión de su cartera de proyectos, complicadísimo.

Una y otra son metodologías sencillas, que no requieren complejos conocimientos de gestión y cuyos beneficios para la empresa y para los responsables de proyectos y sus equipos son claros.

¿Por qué cuesta, entonces, introducirlas en el día a día de una empresa que gestiona cada proyecto por su lado y de la manera que cada responsable de proyecto considera la más adecuada, como pequeños reinos de taifas?
                                                                                                                       
La resistencia al cambio: el Elefante/a y el/la Jinete/a

(esto de la corrección política, exMinistra Aído/a, me hace tener faltas de ortografía/o…y que no haya dios/a que lea esto, ya de por sí tedioso/a. Así que supongo que Jinete y Elefante son hermafroditas, algo aventurado desde el punto de vista biológico pero aliviador desde el punto de vista de la escritura. ok? Gracias, Bibiana¡)

Platón decía ya hace algunos años que en nuestras cabezas tenemos un auriga racional que tiene que controlar a un caballo rebelde que apenas cede a la fusta y látigo combinados. Freud escribió sobre el yo egoísta y el superego consciente (y también sobre el yo que media entre ellos). Más recientemente, los economistas del comportamiento denominaron a los dos sistemas como el planificador y el hacedor.

Pero a mí me resulta más intuitivo (aunque menos sesudo, aparentemente) cómo representa esta tensión  la analogía utilizada por el psicólogo de la Universidad de Virginia Jonathan Haidt en su entretenido e interesante libro "La hipótesis de la felicidad".

Haidt dice que nuestro lado emocional es un Elefante y nuestro lado racional su Jinete. Subido en los lomos del Elefante, el Jinete lleva las riendas y parece ser el que manda. Pero el control del Jinete es precario por ser más pequeño y tener menos fuerza que el Elefante. Cada vez que el Elefante de más de seis toneladas y el Jinete están en desacuerdo sobre qué dirección tomar, el Jinete tiene todas las de perder.

La mayoría de nosotros hemos experimentado situaciones en las que nuestro Elefante –nuestra parte emocional, recordemos- domina a nuestro Jinete –nuestra parte racional-: cada vez que

has comido de más,
has dejado cosas para mañana,
has tratado de dejar de fumar y fracasado,
te has apuntado aun gimnasio tras las navidades –para bajar los excesos gastronómicos- y lo has dejado a finales de febrero,
cada vez que has perdido los nervios,
o has dicho algo de lo que luego te has arrepentido –¡¡somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras!!-,
o te has desapuntado de clases de chino,
has rechazado dar una conferencia porque tenías miedo a hablar el público
y, así, hasta aburrirnos…

Nuestro Elefante…

Es nuestra parte emocional e instintiva y tiene sus debilidades: es perezoso y asustadizo, prefiere la satisfacción inmediata de un gusto (un helado de tres bolas) a un beneficio a largo plazo (estar delgado/a). Cuando los esfuerzos de cambio fracasan, por lo general es culpa del Elefante, ya que los cambios que queremos suelen implicar sacrificios a corto plazo para lograr objetivos a largo plazo. Porque el Jinete simplemente no puede lograr que el Elefante se mantenga en el camino el tiempo suficiente para llegar a destino.

Nuestro Jinete…

Frente a la necesidad del Elefante por satisfacer su necesidad, gusto, capricho,… se encuentra la fuerza del Jinete que reside en la habilidad para pensar a largo plazo, planificar, ver más allá del aquí y ahora (esas cosas que mascotas y niños pequeños –y no tan pequeños- no hacen y provocan rabietas o lloreras si no consiguen lo que quieren en el momento en que lo quieren). 

Pero, salvo en las películas de Disney, ni el bueno es tan bueno ni el malo tan malo…

Todos, y nuestro Elefante y nuestro Jinete también, tienen debilidades y fortalezas, cositas buenas y algunas miserias. De hecho el Elefante tiene grandes fortalezas y el Jinete debilidades que, en ocasiones, le paralizan.

El Elefante no se siempre el malo de la peli. Las emociones son cosa del Elefante -amor, compasión, simpatía, lealtad,…- no todo va a ser miedo y caprichos. El instinto de supervivencia y de protección de los nuestros es cosa suya también. Y tras esa fortaleza que surge en situaciones duras y “sacamos fuerzas de flaqueza” y nos empuja a tirar para adelante… ahí está el Elefante.    

Y todavía más importante, y volvemos al inicio de este post, si estamos pensando en cambiar algo, igual que el Elefante se puede sentar y decir “de aquí no me muevo” y NO LO MUEVES, es él quien, si está convencido de ello, tirará y tirará para lograr el cambio Y NO PARARÁ. Ya sea para progresar hacia un objetivo, sea noble o para liarla gorda, necesitamos de la fuerza y la determinación del Elefante.

Y frente a esta fuerza y empuje que despliega el Elefante, la gran debilidad del Jinete, de la mente racional: lo que le cuesta tomar una decisión… pues tiende a deshojar la margarita…a analizar y analizar y darle más y más vueltas a las cosas… lo hago… no lo hago… lo hago así… o la hago asao…. Seguro que todos conocemos esas personas que nos hacen perder la paciencia ya que les cuesta tomar la decisión más simple… voy al cine o voy a…. o que se bloquean ante una elección… me compro el azul o el negro… (no hay diferencias entre géneros, eh?, que te veo por dónde vas, amiga Aído/a¡).

Como siempre… el cambio es ¡cosa de dos¡

Si queremos cambiar algo, -en nuestro caso, si queremos cambiar la forma de hacer las cosas en nuestra empresa, la forma de dirigir y gestionar los proyectos- tenemos que tratar con los dos: con el Elefante y con el Jinete. El Jinete nos ayudará con la planificación y la dirección, el Elefante nos dará la fuerza (o nos la quitará, según le tratemos o según le dé…).

Si hablamos sólo con el Jinete, nuestra parte racional, le explicaremos racionalmente las bondades del cambio y la metodología a seguir,… y tendremos una persona que comprende lo que hay que hacer pero sin un ápice de motivación (“motivar” viene de la raíz latina de “mover”, y ¿a quién tenemos que mover? ¡Al pesado del Elefante!). No se mueve.

Si, por el contrario, nos centramos en el Elefante, tendremos pasión, euforia, movimiento,… pero sin dirección. O sea un trompazo contra el primer obstáculo que nos encontremos delante.

En cualquiera de los dos casos, el resultado será malo. Con un Elefante remolón y un Jinete que duda cuál es el sexo de los ángeles, tendremos asegurado al menos algo: que nada cambiará. Si ambos no se ponen de acuerdo, el Jinete podrá someter temporalmente al Elefante pero más pronto que tarde el Jinete agotado desistirá y el Elefante volverá a la senda… de los Elefantes

Pero, ¡ta ta chan! (Mago Tamarit, dixit)
cuando el Elefante se pone las pilas,
el Jinete tiene claro qué hacer y cómo hacerlo
y están de acuerdo…
¡no hay quien los pare!

¿Se os ocurre algún ejemplo en que vuestro jinete tuviera las cosas claras y no hubiera forma de mover al elefante? ¿Y de que el Elefante esté supermotivado, meneando la trompa, mientras que el Jinete no sabe ni por dónde empezar?

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1 comentario:

  1. Un Elefante: la Administración. Un jinete: cualquiera que quiera introducir cambios en una administración.

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